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Amparo Rueda

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Biografía
Amparo nació en Talavera de la Reina (Toledo) en el año 1976, en el seno de una familia numerosa. Recuerda que una de las cosas de las que más disfrutaba de pequeña era del campo.
Trayectoria académica
Realizó sus estudios de EGB en el Colegio Misioneros de la Providencia y después estudió BUP y COU fue en el Instituto Padre Juan de Mariana.
En 1994 se matriculó en la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid. Realizó un postgrado, el “Curso Internacional de Hidrología Subterránea”, realizado por la fundación con el mismo nombre y la Universidad Politécnica de Cataluña. Más tarde estudió cerámica en la Escuela de Arte de Talavera.
 
Trayectoria Profesional
Lo primero que hizo cuando terminó la carrera fue ir a vivir a Escocia para aprender inglés. A su vuelta de Escocia es seleccionada para llevar la  coordinación de la Agenda 21 de la Sierra de San Vicente, y se dedicó durante seis años a este proyecto, trabajando en red con todos los coordinadores de Castilla La Mancha a través de la “Red de Ciudades y Pueblos Sostenibles de Castilla La Mancha”. Antes de dedicarse a la docencia, se dedica a la cerámica de forma profesional.

Entrevista






 

Nací en Talavera de la Reina en el año 1976 y soy la pequeña de una familia numerosa. Estudié EGB en el colegio “Misioneras de la Providencia”. Los mejores recuerdos de mi infancia se desarrollan en la huerta familiar, jugando con uno de mis hermanos y mis primos. La expedición a por hojas de morera, jugar al escondite en el campo de maíz, trepar a los árboles, ir a recoger piñones al pino del final del camino vecinal, bañarnos en las acequias de riego y albercas o simplemente jugar con el barro y la arena. En la adolescencia entré a estudiar BUP y COU en el instituto Padre Juan de Mariana, el mismo al que fue mi hermano al que estaba tan unida aunque no coincidimos en el tiempo.

 

Cuando yo iba al instituto en segundo de BUP, teníamos que tomar la decisión de ir por letras o por ciencias. Para mí era una decisión difícil, no lo tenía muy claro y se me daban bien ambas ramas. Creo que me influyó mi hermano para tomar esa decisión porque me transmitía que por ciencias era mejor, aunque a decir verdad no sabría explicar el motivo por el qué pensábamos que era mejor. Así fue como que decidí elegir ciencias. Además en ese momento tomé la decisión de estudiar arquitectura pues era una carrera científica y se dibujaba, una actividad a la que yo dediqué tiempo en mi infancia, me gustaba y se me daba bien. Debido a esta decisión en el año de COU elegí lo que era el bachillerato tecnológico y elegí las asignaturas de geología y dibujo técnico como optativas. Eran mis asignaturas preferidas ese año, de hecho saqué en selectividad un 9 y un 9,5 respectivamente en estas materias. He de mencionar que mis padres eran obreros, trabajadores sin muchos ingresos. Y siempre tuvieron en mente dar estudios a sus hijos e hijas, a los cinco. Motivo por el que recibieron en algún momento burlas de su entorno, “estudios ¿para qué?”. Crecí con la idea de que había que estudiar y hasta al nivel máximo que se pudiese. Mis padres pensaban que así nosotros podríamos vivir mejor de lo que lo hicieron ellos y tener mejores puestos de trabajo. Creo que esta forma de verlo fue bastante común en su generación, al menos por una parte de ella. Nunca pudieron ayudarnos en lo académico pues apenas fueron un año al colegio cuando eran pequeños, porque tenían que ir a trabajar al campo, y escribían muy básicamente y con faltas de ortografía y eso sí, sabían muy bien las cuatro reglas básicas de matemáticas.

 

Llegado el momento de elegir estudios mi familia me comunicó que estudiar arquitectura era muy caro y la situación económica no andaba muy bien por lo que tuve que cambiar de idea en muy poco tiempo y sin mucho pensarlo decidí solicitar los estudios de geología, la segunda asignatura favorita de ese año. Me sobraba nota para acceder y no hubo problema, llegó la carta de acceso al buzón y había sido admitida. Y así marché a vivir y estudiar a Madrid llena de ilusión y con ganas de conocer el mundo más allá de mi pequeña ciudad de provincias. Estudié en la Facultad de Ciencias Geológicas de la Universidad Complutense de Madrid del año 94 al 99. El primer cuatrimestre fue desastroso, suspendí matemáticas, física y química. El típico batacazo que nos pegamos algunas estudiantes al llegar a la universidad. Pero reaccioné ese febrero y luego lo recuperé. Los estudios de geología aglutinan varias especialidades y para cada una de ellas son necesarias distintas cualidades. Mi punto fuerte es la visión espacial y por lo tanto las asignaturas que mejor se me daban eran las relacionadas con la cartografía, estratigrafía, sedimentología, tectónica y la geomorfología. Además no se requiere en éstas áreas demasiada memoria, pues es mi punto débil, muy necesaria en el estudio de la mineralogía, la petrología o la paleontología. De mi paso por la universidad recuerdo especialmente las salidas al campo, hacíamos muchas. Teníamos un autobús propio de la facultad y un chófer. Siempre escuché aquella historia sobre la decana de la facultad que años atrás había renunciado a su chófer para que pudiésemos disponer los estudiantes y profesores de un autobús y hacer salidas al campo. No se concebía estudiar esta carrera sin salir al campo con martillo, brújula, mapa y cuaderno de campo en mano. Era un autobús muy duro y resistente y nos llevó a muchos lugares de nuestra península. Salíamos frecuentemente a la Sierras de Madrid y Guadalajara. En tercer y quinto curso había campamentos de tres días o una semana y así estuve en el Alto Tajo con geología estructural, en Campos de Calatrava con vulcanismo, en Nuevalos, Zaragoza, con cartografía geológica, en Aínsa, los Pirineos, con cuencas sedimentarias de régimen compresivo, en Jumilla y Yecla, Murcia, con cuencas sedimentarias de régimen distensivo, en Ortigüeira, Galicia, con metamorfismo y en Brañilín, Asturias, en el campamento fin de licenciatura.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando acabé la carrera existía en Madrid la fiebre de la geotécnia. Los años siguientes iban a ser años de mucha construcción y serían necesarios muchas personas que realizasen los informes geotécnicos de esas obras. He de decir que este área de trabajo no era de mi agrado. En el año 98, un año antes de terminar mis estudios, había surgido el movimiento antiglobalización y se estaban haciendo visibles los problemas socioambientales de escala planetaria. Se había creado en mí una concienciación medioambiental que me movía a trabajar en unas áreas sí y en otras no. Con una titulación en geología se nos comentaba que podíamos trabajar en medio ambiente y esa era una opción para mí. Además la docencia siempre fue un opción, siempre me ha gustado la educación. Lo primero que hice cuando terminé la carrera fue ir a vivir a Escocia para aprender inglés mientras trabajaba de kitchen porter, camarera, limpiadora, etc. Consideraba un puntal muy importante para poder desarrollar mi profesión manejar el inglés de forma fluida. Y a mí me costaba mucho, es otro de mis puntos débiles, y me sigue costando. Escocia es maravillosa por su naturaleza, su historia, su gente y muchas cosas más, pero es terrible por su acento. Si lo que quieres es aprender inglés no te lo recomiendo. A mi vuelta de Escocia estudio el curso para obtener el Certificado de Aptitud Pedagógica y me presento a las oposiciones para ser profesora de ciencias naturales, de biología y geología. Estoy en listas y mientras espero a ser llamada me presente a una prueba de selección para un trabajo relacionado con medio ambiente, la coordinación de la Agenda 21 de la Sierra de San Vicente. Soy seleccionada y me dediqué durante seis años a este proyecto. Debía hacer educación ambiental y asesoramiento medioambiental a los 16 municipios que conformaban la extinta Mancomunidad de municipios de la Sierra de San Vicente, entre otras cosas. Trabajábamos en red todos los coordinadores de Castilla La Mancha a través de la “Red de Ciudades y Pueblos Sostenibles de Castilla La Mancha”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En el año 2012 y como últimos coletazos de la crisis del año 2008 la administración decide reducir su gasto en medio ambiente y nos despiden a mí y a todos mis compañeros. El dinero de la indemnización lo invertí en realizar un postgrado, el “Curso Internacional de Hidrología Subterránea”, realizado por la fundación con el mismo nombre y la Universidad Politécnica de Cataluña. Me asignaron una tutora profesora de la Universidad de Alcalá de Henares y científica del IMDEA. El curso lo hice online y la verdad sea dicha, me costó bastante retomar los estudios a los 36 años. Eso sí, conseguí terminar el curso. Después de esto, estudio cerámica en la Escuela de Arte de Talavera y me dedico profesionalmente a esta actividad. Mucho es lo se puede explorar sobre pequeños yacimientos de arcillas y minerales para su uso cerámico y eso es un área que aún tengo que desarrollar más, una motivación vital. En los años dedicados a la cerámica he tratado de buscar vías para hacer que mi práctica tuviese el menos impacto ambiental posible, a veces lo conseguí y a veces no. Experimenté con la monococción para ahorrar energía, utilicé arcillas varias para hacer engobes vitrificados en el gres y en la cerámica de baja temperatura tipo loza siempre usé esmalte sin plomo y cadmio, metales pesados tóxicos. Supongo que el hecho de tener conocimientos de geología y química ha hecho que mi manera de acercarme al arte cerámico sea diferente, muy personal. Mientras me dedicaba a la cerámica ha llegado una pandemia mundial y el proyecto que tenía entre manos se quedó parado, yo me quedé paralizada. Hace año y medio consideré de nuevo aquella idea de convertirme en docente de ciencias naturales y aquí estoy en el IES Carpetania. Y ya he terminado con mi trayectoria profesional, si has leído hasta aquí eres una campeona.

 

 

 

 

 

A la pregunta de si he encontrado alguna dificultad por ser mujer voy a responder brevemente. Muchas, pequeñas, pero muchas. Empezando por la misma familia, por ejemplo en tercero de carrera me surgió la oportunidad de hacer una tesina y para ello necesitaba de un coche para hacer trabajo de campo. Como mi madre no quería que fuese al campo sola no me dejó el coche y dije que no a la tesina. En la universidad siempre tenía la sensación de tener que demostrar que era capaz de hacerlo, hasta que un día me dí cuenta de esto y del agotamiento que me eso me producía y decidí relajarme. En el trabajo de la mancomunidad de municipios había muchos vecinos se referían a mí como “la niña” y a la hora de informar sobre cartografía no se fiaban y se dirigían a mi compañero, o los alcaldes jubilados para los que trabajábamos, que por ejemplo decían “¿para qué contratar una mujer de la limpieza para la oficina si tenemos trabajando a chicas? ¡Qué necesidad de gastar dinero!”. Recuerdo una anécdota que me comentó la técnico de la Junta de Comunidades que tenía que hacer las licencias de poda y desbroce de una finca, iba acompañada casualmente por otra mujer, esta última agente medioambiental. Ahí estaban esperando los tres hasta que la técnico ingeniera forestal le dijo al hombre si iban para la finca y el hombre les preguntó si es que no iba a venir el ingeniero. Pueden ser muchas las anécdotas de micro machismos que nos encontramos en nuestro día a día.

 

Considero que dentro de la administración se consideran los méritos acumulados y cada día hay más mujeres ocupando cargos de responsabilidad, tanto técnica como políticamente. Trabajando como autónoma no es pertinente hablar de techo de cristal porque no hay puestos de mando, no hay jerarquía. Eres la mujer orquesta, haces de todo, eres la artesana y también haces cuentas, atención al público, marketing, publicidad, redes sociales… En las empresas si que considero que hay mujeres a las que les cuesta promocionar y principalmente por la difícil conciliación entre la vida familiar y la exigencia profesional. Lo que más me gusta de mi trabajo de profesora es la posibilidad de mantener activa mi curiosidad , aprender y compartir mis conocimientos con los chicos y chicas del instituto y con mis compañeros. Es una profesión en contacto con la sociedad y clave para la convivencia, con especial respeto a las diferencias. Lo que menos me gusta de mi trabajo es la parte burocrática y rutinaria. A las chicas que quieran desarrollar estudios científicos les diría en primer lugar que se pongan ya a estudiar inglés, es fundamental. En segundo lugar les aconsejo que busquen todo tipo de actividades prácticas, de campo o de laboratorio, que puedan realizar. En mi opinión los estudios en España tienen un alto nivel en lo que refiere a lo teórico, pero son carentes en experimentación. En este sentido hay que afirmar que afortunadamente en el IES Carpetania hay un departamento de Biología y Geología que lleva años involucrando al alumnado con el trabajo práctico y de laboratorio. Un departamento gestionado por tres mujeres científicas y docentes de alto nivel. Y en tercer lugar les aconsejo que persigan sus sueños allá donde estos les lleve. Que estén abiertas a los cambios, en ciencia es muy probable que por una temporada o por largo tiempo se tenga que vivir en otro país, la ciencia no tiene fronteras. ¡La vida es vuestra!

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